Las pantallas llegaron para quedarse, también en la infancia. Este libro se propone dejar de lado el alarmismo o la ingenuidad para pensar, desde la complejidad, el rol de la tecnología en la educación inicial. El lector encontrará estrategias para usar recursos digitales como aliados del juego, la creatividad y la exploración, sin perder de vista que el vínculo humano sigue siendo insustituible. Esta obra es también un llamado a las familias educadores construir acuerdos, a formarse y a acompañar activamente este nuevo escenario. Porque educar en tiempos digitales no es resistirse al cambio, sino aprender a navegarlo con sensibilidad y criterio.
Hay libros que se escriben desde la urgencia y otros desde la profundidad; los más valiosos logran reunir ambas pulsaciones en una sola voz. Este libro, Infancias en Pantalla: Tecnología y Aprendizaje en Tiempos Digitales, nace en el cruce de ambas fuerzas: el apremio por comprender una época que se transforma a velocidad vertiginosa y la necesidad de detenernos, de pensar con hondura lo que estamos haciendo con y por nuestras infancias. Es un libro que no rehúye las tensiones, sino que las abraza; que no busca respuestas rápidas, sino preguntas que abran caminos; que no toma partido por la apología ni por el rechazo de la tecnología, sino por una pedagogía lúcida, amorosa y crítica.
Leer estas páginas es como abrir una ventana en medio del ruido de la actualidad y encontrar una voz que no grita, pero sí resuena. En un mundo que mide el éxito educativo por la cantidad de dispositivos por aula o por la velocidad de la conexión, este libro propone otra métrica: el sentido. ¿Qué sentido tiene enseñar hoy? ¿Qué significa aprender en una infancia donde el mundo entra por una pantalla antes de que lo haga por la palabra? ¿Qué tipo de vínculos estamos construyendo con quienes viven sus primeros años rodeados de notificaciones, filtros y algoritmos? Estas preguntas no buscan nostalgia por el pasado, sino brújulas para no perdernos en el presente.
Lo que hace excepcional a esta obra no es solo su diagnóstico fino ni su rigor conceptual, sino la sensibilidad con la que está escrita. Cada capítulo es un acto de escucha, una invitación a mirar sin prejuicios, a pensar sin recetas, a sentir sin miedo. Lejos de la frialdad de los análisis técnicos o de la espectacularidad de los discursos de innovación, aquí se habla con el tono de quien ha acompañado a niños reales, en contextos reales, con dudas reales. Y eso, en tiempos de discursos prefabricados, se agradece profundamente.
No hay aquí una tecnología enemiga, pero tampoco una tecnología redentora. Hay, en cambio, una búsqueda por reconectar con lo humano en medio de lo digital. Porque si algo deja claro este libro es que no hay educación posible sin vínculo, sin pausa, sin ternura. Y que lo digital, si no se humaniza, corre el riesgo de vaciarnos. Por eso, esta obra no solo propone una alfabetización digital, sino una alfabetización afectiva, ética, estética. Enseñar a habitar las redes con respeto. A mirar una pantalla sin dejar de mirar al otro. A usar la tecnología sin que ella nos use.
Quien lea este libro encontrará ideas, sí, pero sobre todo hallará latidos. Latidos que recuerdan que educar sigue siendo un acto de amor profundo por el futuro, incluso y especialmente cuando ese futuro se escribe en código binario. Encontrará también un elogio del tiempo lento, de la conversación sin apuro, del silencio fértil en medio del ruido digital. Porque educar no es correr tras la última aplicación, sino detenerse a preguntar si lo que hacemos tiene sentido, si deja huella, si abre posibilidades.
Este libro incomoda, pero con dulzura. Sacude, pero con argumentos. No dicta cómo debe ser la escuela del mañana, pero sí nos confronta con lo que ya no puede ser la escuela de hoy: un espacio ajeno a la vida digital de sus estudiantes. Y en esa tensión, este libro no ofrece soluciones mágicas, pero sí claves para pensar con otros. Nos habla de pedagogías lentas, de currículos sensibles, de ternura como forma de resistencia. Nos recuerda que los niños no necesitan más pantallas, sino mejores miradas. Que no se trata de enseñar a programar solamente, sino de enseñar a discernir, a decidir, a imaginar otro modo de estar juntos.
Hay, a lo largo de estas páginas, una ética que las recorre: la del cuidado. Cuidado por los ritmos del aprendizaje, por la diversidad de las infancias, por los cuerpos que no se ven en pantalla, por las voces que se silencian en la lógica algorítmica. Este no es un libro que tema a lo nuevo, pero sí que se interroga por sus consecuencias. No celebra la digitalización como sinónimo de progreso, pero tampoco la rechaza por defecto. Propone, en cambio, una tercera vía: la de la tecnología con alma, la de la conexión con sentido, la del aprendizaje con raíz.
A quienes son docentes, este libro les ofrecerá palabras para lo que sienten, pero no siempre logran nombrar. A quienes son familias, les brindará consuelo, guía y criterio. A quienes investigan o diseñan políticas, les ofrecerá una perspectiva que no aparece en los dashboards ni en las estadísticas, pero que está viva en cada aula, en cada casa, en cada niño que crece buscando una señal más allá del WiFi. Y a quienes simplemente quieran comprender cómo se educa en este tiempo atravesado por la velocidad, la imagen y la inmediatez, les dará una brújula construida con rigor, con afecto y con esperanza.
Infancias en Pantalla no solo es un libro necesario: es un libro valiente. Porque se atreve a mirar el presente sin adornos, pero también sin renunciar a la ternura. Porque cree que la educación aún puede ser una trinchera de sentido, una cuna de futuro, un espacio donde enseñar y aprender no sea un trámite, sino un encuentro. Y porque recuerda, con cada frase, que detrás de cada pantalla hay un niño esperando ser mirado no solo como usuario, sino como persona.
Quien se aventure a recorrer estas páginas no saldrá igual. Quizá termine con más preguntas que certezas, pero también con una certeza renovada: que educar en tiempos digitales no es solo posible, sino urgente. Y que hacerlo bien no depende de la tecnología que tengamos, sino de la humanidad que pongamos en juego.
Este libro no solo merece ser leído. Merece ser compartido, debatido, vivido. Porque, como todo libro que importa, no se escribe para cerrar ideas, sino para abrir mundos.

Lizz Karyna Espinoza Barrientos nació el 28 de mayo de 1980 en la ciudad de Lima, Perú. Desde temprana edad mostró vocación por la enseñanza, lo que la llevó a formarse como docente del nivel inicial. A lo largo de su trayectoria profesional, ha demostrado un profundo compromiso con la educación de la primera infancia, contribuyendo activamente al desarrollo integral de sus estudiantes. Cuenta con el grado académico de Magíster en Educación, lo que evidencia su constante búsqueda de la mejora profesional y académica. Con una sólida experiencia de 13 años en el ámbito laboral para el Estado peruano, ha desempeñado sus funciones como docente en la región Callao-UGEL Ventanilla, donde ha dejado una huella significativa en las instituciones educativas en las que ha trabajado. Su labor se ha caracterizado por el enfoque pedagógico centrado en el bienestar y el aprendizaje activo de los niños y niñas, así como por su capacidad de liderazgo, trabajo en equipo y vocación de servicio. Reconocida por sus colegas como una profesional comprometida y responsable, continúa aportando al fortalecimiento de la educación inicial en el país, con una mirada innovadora, reflexiva y sensible a las necesidades de la infancia y de su comunidad educativa.

Cynthia Dorelly Valeriano Quispe (Ilo, Perú, 1985) es Bachiller en Educación y Profesora de Computación e Informática, con segunda especialidad en Políticas Educativas y Gestión Pública. Además, ha realizado estudios en Innovación Pedagógica, Estrategias de Enseñanza, Habilidades Socioemocionales, Habilidades Digitales y Emprendimiento, que le brindan una visión integral frente a los retos de la educación actual. En la actualidad es docente nombrada como Profesora de Innovación Pedagógica, donde impulsa la creatividad y la calidad educativa, con el propósito de fortalecer los procesos de enseñanza y aprendizaje. Ha participado como jurado en concursos académicos organizados en instituciones educativas, reafirmando su compromiso con el desarrollo estudiantil y la valoración del talento de los alumnos. Convencida de que la educación es un motor de transformación, comparte la reflexión: “El verdadero éxito no se mide por lo que atesoramos para nosotros mismos, el verdadero éxito se mide en las huellas que dejamos en el corazón de los demás, en la esperanza que despertamos y en la luz que encendemos en quienes nos rodean. Porque al final, lo que realmente trasciende no es lo que tenemos, sino lo que damos.”

Nacida en el Distrito de El Tambo, región Junín, hija de Don Ulises Arce Balvin y Doña Sonia Espeza Quispe. Obtuvo el titulo professional de Abogada en la Universidad Peruana Los Andes, realizó estudiós de maestría en educación: mención en Investigación y Docencia Superior por la Universidad Hermilio Valdizán y otra maestría en Investigación y publicación científica por la Universidad Continental. Actualmente labora en el Centro de Investigación y Asesoría de TESIS YACAHAY, como especialista en redacción científica y en niveles de estrategias metodológicas y estadísticas. Fue nombrada investigadora de honor por el Congreso de la República de Perú.
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